Con el sello de la unidad
El grupo que conformó Lionel Scaloni es el reflejo de una familia unida que se consolidó a través del tiempo. Cada integrante del equipo representa un papel importante en donde se respeta a rajatabla al jefe (Lionel Messi), mientras el abuelo (Scaloni, aunque la edad es lo de menos) mira atento desde un costado para corregir cualquier detalle. Puede asentir con la mirada o también si tiene dudas apela a otros responsables del clan (Ayala, Aimar y Samuel). Alguien controla que no falte nada en la mesa de las grandes jornadas (el médico, kinesiólogo, utilero y otros) especialmente en los grandes acontecimientos futbolísticos. Antes y después son como lobos hambrientos acechando a los demás, pero siempre en equipo. Por momentos, lucen desorientados y apáticos, aunque parecen tener controlada la situación, pero ojo si alguien se atreve a tocar a uno de ellos porque la reacción viene en cadena. Son uno solo y, hasta veces lloran, sin que la corona de la soberbia se apropie de la humildad que ostentan. Cuando llega la hora del festejo, se desata el duende de la alegría. Bailan, se abrazan y ríen como niños en el recreo de la inocencia.
El ciclo comenzó en 2018, luego de la salida de Jorge Sampaoli tras la eliminación en la Copa del Mundo de Rusia. Scaloni asumió en el cargo y estuvo seis partidos en forma interina, antes de pasar a ser el técnico oficial de la selección nacional. A los pocos meses dirigió su primer Copa América (2019), la que ganó en 2021, la finalísima y los partidos de las Eliminatorias rumbo a Qatar.
El secreto de sus galardones -dos Copas Américas seguidas y una copa del Mundo- radican en la simpleza de respetar el manual que desplegaron desde un primer momento. Batieron todos los récord y siguen festejando en familia (con padres, esposas, hermanos e hijos) y después del esfuerzo terminan todos abrazados. Son argentinos, con espíritu federal (muchos jugadores son del interior) y no los mueve el egoísmo ni el odio. Tampoco saben de grietas, por el contrario enarbolan la bandera de la unidad y la lucen orgullosos.
Que hermoso sería tener un país así con esos principio, por supuesto saldríamos de la tabla de la decadencia y volveríamos a estar entre los mejores, a recuperar el lugar que teníamos que en la mitad del siglo pasado. Claro que para llegar a eso, hacen falta una serie de condiciones: por ejemplo, menos centralismo, achicar la grieta que nos separa, apagar el fuego que alimenta la división, respetar la opinión de todos los demás y lo fundamental que alguna vez alguien piense un país distinto que nos incluya a todos por igual; en definitiva la responsabilidad es de unos pocos a costa del sacrificio de muchos.