En septiembre, tradicionalmente la historia se repite, largas columnas de peregrinos se forman, separados en pocos metros de distancia, pero con la brújula orientada hacia la Catedral Basílica donde el Señor y la Virgen del Milagro renuevan el canto de esperanza de un pueblo. La marcha, por momento es silenciosa, a veces cuando la fuerza afloja se contagian con música y cantos, plenos de significados, aunque tienen el mismo común denominador: esperanza y mucha fe.
Pequeños grupos, muchos de ellos integrados por jóvenes y adolescentes, madres en busca de sueños perdidos, caminan de manera apurada, con sus mochilas y el líquido suficiente que los ayude a enfrentar la dura travesía. Eligen el atardecer, al final de la jornada y se preparan con entusiasmo, aunque el objetivo es llegar siempre, sea para cumplir una promesa o escuchar algunas de la misa que se llevan a cabo en la iglesia Catedral.
Todos los años, peregrinos de toda la provincia llegan a Salta caminando desde los más lejanos parajes ubicados en el Norte Andino, Puna, Norte Verde, Valles Calchaquíes, Sur Histórico y Gaucho, Valle de Lerma y desde Salta y sus Alrededores. Desde el pequeño pueblo de Santa Victoria Oeste, ubicado en el extremo noroeste de Salta, en la frontera con Bolivia, los devotos peregrinos realizan a pie el recorrido de más de 400 kilómetros hasta la capital salteña.
Les tomó varios días realizar la hazaña, que todos los años pone a prueba su fortaleza al sortear las altas cumbres de más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, los vientos y el frío. La ruta es un incesante desfile de promesantes, cada uno lleva su propia cruz, sería impertinente averiguar que los llevó a integrar esa religiosa comitiva. Cada peregrino tiene su propia historia, en ellas, unos prometen, otros cumplen. Al igual que cada uno de los más de 700 mil fieles de todo el noroeste argentino, de otras provincias, también de Bolivia, Chile y Paraguay.
Septiembre tiene un sabor especial en la provincia, alterados la llegada de un nuevo grupo. Los promesantes en bicicletas desbordan las calles céntricas de la ciudad entre los aplausos de los salteños que los reciben a los costados de las rutas, de las avenidas y de las calles. En la Argentina, probablemente no exista una demostración más importante que año tras año se repite en Salta, una provincia cultora de la devoción y la fe.
Salta es tierra de una profunda tradición religiosa; bastaría con el testimonio de los miles de promesantes, para quienes la peregrinación desde los lugares más remotos de la provincia es un compromiso, muy profundo, para cumplir con el Señor y la Virgen del Milagro.
Algunos llegan de las más heladas y lejanas tierras de la Puna, deben vencer al sueño y el cansancio, pero el amor es más fuerte y avanzan… avanzan.
Hace unos años, Werner Herzog, el director alemán preferido del recordado actor, -también alemán- Klaus Kinski, en la recordada película: «Aguirre, la ira de Dios», filmada en el corazón de Amazonas, viajó de Múnich a París a pie, por una promesa para que mejore la salud de su amiga Lotte Eisner, que había sufrido una recaída durante el tratamiento que seguía para su cáncer.
Herzog eligió los caminos de campo, donde por la noche aprovechaba sus últimas energías para garabatear algunos apuntes acerca de lo visto y sentido en cada jornada. A Herzog le dijeron que Eisner se moría, y su pupilo consideró que la energía del peregrinaje hasta la casa de su amiga era una ofrenda espiritual que la ayudaría a sobrevivir. El peregrinaje del director se refleja en el libro: «Del caminar sobre el hielo», allí cuenta su travesía de tres semanas a pie y bajo la tormenta por el corazón de Europa.
Seguir, cruzar fronteras, sostenerse en el miedo, en las ganas de morir o dormir en medio del frío. Caminar, buscar en la niebla el sendero perdido. Caminar, caminar, perder los pasos, las pisadas, los pies, el talón de Aquiles. Perder la esperanza, recobrarla. Caminar, no dejar de caminar.
Herzog hizo del dolor su camino para la purificación y para encontrarse consigo mismo, una actitud que también moviliza a muchos salteños, quienes desde el lugar más remoto de la provincia llegan para renovar su «Pacto de Fidelidad» con los Patronos. Es emocionante ver cómo Salta se transforma en septiembre, plena de delantales blancos, algarabía juvenil y ese sonido de campanas que nos acompañan y que jamás se perderán en el tiempo.