| 1.- Táctica involuntaria. Alberto bueno y La Doctora mala.
La estrategia involuntaria de palo y concesión resultó positiva. La dureza y simultánea negociación desconcertó a quienes preferían el dramatismo del default. El marco de entendimiento con el Fondo es positivo para el Gobierno de La Doctora que preside Alberto. Aunque La Doctora, que mantiene la centralidad, no salga a apoyarlo. Menos después de Tegucigalpa. Donde fustigó al Fondo con rigor implacable para presionar a los burócratas de Washington. Preocupados por el desprestigio, más que por lograr coincidencias con el deudor serial. Y sin exigir explícitamente ningún «programa económico sólido ni sustentable». Ni el bolero romántico del consenso entre la fragilidad del oficialismo y la irresponsabilidad de la oposición. La alternativa excluyente consiste en aprobar. La táctica involuntaria del Alberto bueno y La Doctora mala resultó eficaz para postergar el default. El Fondo necesitaba la solución transitoria para el problema que compartía. Entonces Guzman, El Meme; Alberto, Otálora; Manzur, El Menemcito; Cafiero, El Nietito; y Massa, El Conductor, aportaron racionalidad mientras Moreau, El Contactado, abría anticipadamente el paraguas del quebranto y La Doctora apretaba al Fondo como una naranja. Para convertirlo en cómplice de algo que fue más grave que un delito. Un error. Pero «ni el Alberto bueno ni La Doctora mala» aceptan la legitimidad del método improvisado. El «kirchnerismo duro» prefiere cultivar la estética principista de la gata Flora. En casual coincidencia con los halcones veganos. Con la excepción de los radicales que padecen la osadía de gobernar. Como Gerardo Morales, El Milagrito, que enfrenta a los halcones veganos que suele enjaular Rodríguez Larreta, Geniol. O Facundo Manes, Cisura de Rolando, el que le hizo tragar el Viagra 100 al radicalismo y que aspira a conducir el Estado desde la neurología. A pesar de los desplantes de la diluida doctora Carrió, La Derrotada Exitosa, que invita a almorzar a Manes solo para retarlo. La explotación política de los horrores del crédito electoral resultó fundamental para enternecer a los funcionarios con culpas del Fondo, interesados en detener la magnitud del papelón internacional.
2.- Larreta y el establecimiento
La cosmetología demandó 25 meses de (falta de) gobierno. Habrá que acompañar. Pese a las recriminaciones silenciosas del kirchnerismo chiquilín o de la oposición desconcertada. Cuando despunta precipitadamente la campaña electoral y por el acuerdo cosmético Alberto se fortalece en el delirio de su reelección. Mientras tanto Horacio Rodríguez Larreta, el Scioli de Juntos, candidato natural del establecimiento, inicia la frecuencia del turismo nacional de fin de semana. Arrancó por Córdoba, provincia colonizada por su adversario principal, Mauricio, El Ángel Exterminador, quien invariablemente se propone exterminarlo.
Pero Larreta se encuentra fortalecido por dos incorporaciones. Uno le tiene las costillas contadas al Ángel. Emilio Monzó, El Diseñador. El otro es un mago de las finanzas reconocido por la capacidad de intermediar con las distintas capas del establecimiento. Aunque a Mauricio, por su condición de Celebridad, no le entra ninguna bala. Ni siquiera la de su hermano Marianito. Menos entonces se le puede entrar por las calamidades del espionaje vocacional. El Ángel sabe que debe competir por la corona de Juntos con Manes y Morales, desde el radicalismo agrandado. Y con Larreta desde la Mutual PRO. Mauricio cuenta con el fervor de los halcones televisivos. Por el amor de las señoras distinguidas. Y con la señora Patricia Bullrich, La Yiya, como instrumento principal. Destacada Montonera del Bien, La Yiya resultó de gran utilidad para raspar a Larreta y a la señora María Eugenia Vidal, La Desangelada, que porque tiene buena madera aún no se atreve a contraatacar. En tanto no tome en serio su candidatura presidencial, La Montonera del Bien podrá continuar con la eficiencia de su rol de instrumento. Sin que el temible Ángel se lance a la usual aventura de exterminarla. Pero con La Yiya, en todo caso, el Ángel tendrá que esmerarse. Tanto o más, en definitiva, que con Geniol.
3.- Operativo Estampilla
Con el sistemático boicot a Manzur, tuvo Alberto menos suerte que con el Fondo. La ceguera del celo le jugó una mala para Otálora. El Menemcito había llegado como Premier por instrucción epistolar de La Doctora y para salvar los trapos de Alberto. Pero “la ingratitud es peor que la alcahuetería”. Lo sostenía el brillante poeta Julián Centeya. Las intenciones de deshacerse de Manzur y de enviarlo con una estampilla en el trasero de regreso a Tucumán se volvieron, en efecto, en contra. Con la intensidad del bumerang. Motivó un aluvión de llamados de solidaridad hacia Manzur. Gobernadores, minigobernadores, sindicalistas. La totalidad del peronismo de cochería. Al extremo de generar la reacción de Alberto. “¿De dónde sale este invento?”, inquirió un Alberto indignado. Todos los «albertistas» miraban hacia abajo con la sonrisa contenida. Pensamientos intraducibles. Para colmo Manzur recibía los llamados solidarios y continuaba con la puerta abierta. Atendía desde las 7 de la mañana. Por falta de presupuesto aprobado todos los papeles debían pasar por su escritorio. Pero el “operativo estampilla» iluminó un dilema inesperado y más profundo. El cansancio ostensible del llamado “interior” por las imposturas gestionarías de Buenos Aires. Por la “provincia inviable” y su literal prolongación. La Capital, el Artificio Autónomo, Distrito Federal o Maxi Kiosco.
4.- Centralismo bonaerense
2011, La Doctora-Boudou (El Descuidista). 2015 Macri-Michetti (La Novicia Rebelde). 2019, Alberto-La Doctora. Tres ciclos presidenciales de absoluto centralismo bonaerense. El hartazgo de las provincias postergadas no solo en protagonismo permite inferir que difícilmente pase, como por un tubo, otra presidencia digitada desde Buenos Aires. El excesivo centralismo deriva en una Argentina demasiado pendiente del conurbano. Con la atención concentrada en la numerología del ombligo de la Tercera Sección Electoral. Y con la creciente indiferencia, o el desinterés, hacia los otros puntos cardinales. Cuesta disimular el cansancio recatado de los gobernadores. Como subestimar las supersticiones devaluatorias del llamado «interior», que ve postergados tanto sus desarrollos como sus proyecciones. Por resignarse a la gestación de gobiernos nacionales integrados en un 90% por porteños y bonaerenses. De prosperar la desconfianza, y de continuar con el ombliguismo cultural, les va a costar bastante más consolidarse como presidenciables a figuras emergentes como Larreta o Manes. O como el mismo Macri o Scioli, incluso Yiya Bullrich. A La Doctora le queda el recurso lícito de identificarse otra vez como referente de la Patagonia, y excederse en la ponderación de «su lugar en el mundo». El Calafate, Santa Cruz. Y mitigar la procedencia de Tolosa, el barrio de La Plata. Para cerrar la perversidad del despacho, y con la estética planteada del cansancio provincial, se refiere la recomendación puntual que le efectuaran a Miguel Pichetto, El Lepenito. Líder del Peronismo Republicano que integra el combo marginal de Juntos. “Vuelva, don Miguel, a ser de Rio Negro”, le dijeron. “Tendrá mejor suerte”.
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