Fenómeno Milei provoca la utopía del reencuentro entre peronistas y radicales.
escribe Oberdán Rocamora, Redactor Estrella, especial para JorgeAsisDigital.com
1) La recíproca declinación
Con extravagancia autoritaria, Javier Milei, El Psiquiátrico, provocó la utopía del reencuentro entre los radicales y los peronistas.
Ceremonia que el General Alejandro Agustín Lanusse, en su juego obsesivo de ajedrez, se encargó personalmente de evitar.
Efectos tardíos del abrazo positivamente “histórico” de Juan Domingo Perón, El General, con Ricardo Balbín, El Chino.
Transcurrió el 19 de noviembre de 1972, en la residencia regalada de Gaspar Campos.
Para abrazar al adversario recién regresado, El Chino debió saltar una cerca.
Ambos (Perón y Balbín) portaban el propósito prematuramente inútil de esquivar al periodismo.
Finalmente, la soberbia agresiva de Milei resultó más poderosa que la jactancia brutal de los militares de la Revolución Argentina que se habían cargado la raquítica democracia de 1966.
El general Juan Carlos Onganía, El Hierático, había desalojado con la violencia fugaz del escobillón a Arturo Umberto Illia.
Para plantar la vibrante monotonía de proscribir a la superstición del peronismo.
A Onganía le correspondía fracasar estruendosamente. Para ser exactos, como consecuencia fundamental del Cordobazo.
La pueblada de Córdoba había modificado sustancialmente las reglas y -en simultáneo- el juego.
Sin los liderazgos inapelables de Perón y de Balbín, sobreviven fragmentos de los dos movimientos populares que por haberse combatido se conocen demasiado.
A los que el Fenómeno Milei se cargó juntos, sin piedad.
Ambos, tanto radicales como peronistas, se atribuyen haber sido la causa de la recíproca declinación.
El bastón olvidado del mariscal
Mientras exhibía la fortaleza relativa de la causa superior, el Fenómeno Milei arrasó separadamente a los peronistas que gobernaban para el aburrimiento y a los radicales que sucumbían sin motivos protagónicos en la coalición Juntos por el Cambio.
Meros complementos territoriales del PRO, la Mutual vecinal que se expandía por la república, centralizada por Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Junto a la estancada Coalición Cívica, membrecía mediática conducida por la señora Elisa Carrió, La Bien Pagá.
En la superstición del peronismo, mientras tanto, La Doctora remataba, en subasta simbólica, el bastón de mariscal.
Se encontraba en un rincón inútil, en la plenitud del desuso, olvidado.
Juntos por el Cambio se convierte en el amontonamiento trunco que acelera la pendiente hacia la decadencia.
Aunque los radicales conserven la mercadería atractiva de cuatro gobernaciones, cientos de engañosas mini gobernaciones, y legisladores con sueldos por todas partes.
Radicales culturales
En el descenso irresistible hacia la extrema derecha, Milei arrastraba con perversidad al Ángel. Lo absorbía despaciosamente.
Para absorber pronto mejor, sin siquiera despeinarse, a la instrumentada señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien (anarquista imprevisible desde que activaba en la izquierda adolescente de su cuñado Rodolfo Galimberti, El Monto Loco de Verdad).
El comportamiento devastador de Milei convoca precisamente al diseño involuntario del incierto diagrama político que se viene.
A nadie ya le espanta que el emblemático radical cultural Leopoldo Moreau, El Marciano, se haya travestido en el firme pilar defensor de los arrebatos olímpicamente kirchneristas de La Doctora.
O que el promisorio radical cultural Leandro Santoro se atreva a ostentar frontalmente la magnitud del cuadro formado que representa al peronismo.
Y con la ambición estratégica de despachar -después de Jorge Macri, El Boga- los estéticos chocolates del Maxikiosco espiritual.
Entonces menos puede sorprender que la palidez eficaz del gobernador Gerardo Zamora, máximo emblema del radicalismo cultural, se haya hecho cargo del peronismo de Santiago del Estero.
O que gobierne la provincia de Santiago con el estilo riguroso que supera, en arbitrariedad, al legendario caudillo Carlos Juárez.
El sesgo confrontativo
Infortunadamente extinto, Enrique Vanoli fue el radical honorable que contó que -en medio del abrazo- Perón le dijo a Balbín:
“Tenemos la obligación de ponernos de acuerdo porque juntos, don Ricardo, representamos el 80 por ciento de la población”.
Otra consecuencia ingrata alude a la interna de la época en la distracción persistente del radicalismo.
Porque entonces Balbín debía contener el sesgo ascendente, fuertemente confrontativo, de Raúl Alfonsín, El Providencial.
La consagración electoral de Héctor Cámpora, El Tío Multiplicado, acompañado por el popular conservador Vicente Solano Lima, iba a coincidir con la transición trágica que fue holgadamente agotada después de la victoria de la fórmula Perón-Perón.
El matrimonio concluía con 18 años de proscripciones.
Con el General complementado por la lealtad eterna de la señora Isabel Martínez, La Atosigada.
Ocurrió pocos meses antes de que Balbín, con creible sensibilidad, debiera solemnemente decir:
“Este viejo adversario despide a un amigo”.
La moneda del reencuentro
50 años después, las magníficas insolencias de Milei se incorporan a los atropellos permanentes a la cultura del respeto.
Con el cuento oportunamente armado de la derecha extrema del libertarismo, Milei iba a provocar el milagro del reencuentro.
Peronistas y radicales dejaban de combatirse para entenderse.
Ya no tenían necesidad de saltar cercas, ni siquiera tapias.
Bastaba con acordar en la Pajarera del parlamento.
El primer tema armónicamente unificador de las pasiones enfrentadas nada tuvo que ver con el autoritarismo, ni siquiera con la proscripción.
Suficiente con abordar la temática concreta. La reparación económica de los jubilados.
Bastó con semejante nimiedad previsional para que los radicales, asociados a los peronistas, perforen juntos la rivalidad y en simultáneo vacunen a la estructura artificial de los libertarios.
Corresponde avanzar, en adelante, en otras trenzas superiores, para aproximarse nuevamente al juego apasionante del poder.
Sin ir más lejos, tanto los peronistas como los radicales deben aprovechar la coyuntura compleja y fragmentaria.
La hegemonía del Fenómeno Milei exhibe una fotografía demasiado estancada de la realidad que se encuentra en dinámica permanente.
La moneda del Fenómeno Milei aún está en el aire.
Con el riesgo de chocar con la moneda del reencuentro, que revolotea entre los socios radicales y los socios peronistas.