Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos se convirtió durante sus dos gestiones,  en un  prestamista de última instancia para Argentina. Basta recordar cuando apoyó públicamente a Mauricio Macri  en momentos en que el líder del PRO, enfrentaba su peor crisis económica y necesitaba un urgente salvataje. El líder del PRO estaba obligado a atenuar el déficit fiscal y reconstruir así su propia plataforma electoral, para conseguir un nuevo mandato en 2019.

En esa oportunidad Trump utilizó  todo su poder para que el Fondo Monetario Internacional (FMI), saltara todos sus límites financieros y concediera a la Argentina un crédito histórico por más de 55.000 millones de dólares. Uno de los más grandes otorgados por el organismo. Llegaron US$ 44.500 millones porque las elecciones estaban a la puerta y la imagen de Macri se hundía cada vez más. Ocurrió en 2018.

 Pasaron 7 años y cuando Javier Milei, viajó esperanzado al país del Norte para lograr una foto con el actual mandatario, cosa que no logró, recibiendo -por el contrario-  burlas y críticas de los economistas y opositores.  Sin embargo, al igual que el pasado, cuando la soja se convirtió en el ángel salvador de Argentina, apareció el apoyo de Donald Trump. Estaba en juego el auxilio financiero del FMI y a pesar de que muchos integrantes del staff se oponían llegó el salvavida envuelto en papel celofán: US$ 20.000 millones, más el agregado de otros US$ 3.100 millones del Banco Mundial y otros organismo.

A pesar que la “mesa chica” del FMI considera que la deuda de la Argentina ya era prácticamente impagable antes de este nuevo desembolso, a partir de ahora se convirtió  en un agujero insondable.

Ahora se supo que la economista  turca Ceyla Pazarbasioglu, la directora del Departamento de Estrategia, Políticas y Evaluación (SPR) del FMI se excusó de firmar la autorización del nuevo crédito. En su lugar intervinieron dos funcionarios menores para habilitar el préstamo. «Totalmente fuera de manual», reconocieron desde el propio Fondo. 

Más allá de los comentarios para ratificar el apoyo, Donald Trump envió en un  viaje relámpago a Scott Bessent, secretario del Tesoro de los Estados Unidos quien se reunió con el presidente Javier Milei. Previamente había mantenido un encuentro a solas con el ministro de Economía y otro con empresarios. El funcionario norteamericano, justificando su presencia en la Casa Rosada, anticipó  que se dio “inicio a las primeras conversaciones formales sobre comercio recíproco”.

Y si quedaba alguna duda sobre el buen momento de las relaciones entre los países,  el funcionario estadounidense felicitó al mandatario nacional ”por las recientes y exitosas negociaciones de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI)“ y reiteró la confianza de la administración republicana “para continuar impulsando el positivo impulso económico” del país.

No obstante el extenso documento que convalidó el nuevo crédito a la Argentina contiene una confesión de ribetes delirantes: el propio organismo afirma que la deuda de la Argentina ya era prácticamente impagable antes de este nuevo desembolso y ahora se ha convertido en un agujero insondable.

Hasta aquí, Trump es un amigo, pero en su interior seguramente maduran otras intenciones, especialmente por los acontecimientos que avecinan una cambio global en el escenario comercial y que agudiza el enfrentamiento entre China y Estados Unidos. 

La administración republicana sabe que tiene muchos enemigos en Latinoamérica (lo demostró la última reunión de la CELAC), pero no tiene ninguna duda sobre en quién puede confiar al sur del Río Bravo. Lo acaba de demostrar. Así como consideraba a Mauricio Macri una pieza clave en el tablero geopolítico de América Latina

En noviembre de 2024, durante la visita del presidente chino Xi Jinping a Brasil, se establecieron cuatro pilares estratégicos en las relaciones entre ambos países, uno de ellos siendo la integración del gobierno de “Lula” con el Pacífico. El enlace ferroviario es parte de estos esfuerzos para mejorar la conectividad y reducir los tiempos de tránsito de mercancías.

Recientemente una nutrida delegación integrada por once funcionarios del gobierno, más diplomáticos y empresarios visitaron Brasil manifestando su interés en invertir en el Corredor Bioceánico, habilitando una ruta de transporte que conecte Brasil con el Océano Pacífico. El propósito es evitar las tradicionales rutas marítimas atlánticas, reduciendo significativamente los tiempos de tránsito y los costos logísticos para exportaciones agrícolas como soja, carne y granos. 

Los chinos ya invirtieron el año pasado en el megapuerto de Chancay en Perú. Por el momento, Argentina es considerado de forma excepcional por el inquilino de la Casa Blanca.

Por Armando.