La columna de Alejandro Borensztein en diario Clarín
Viendo desde el banco de suplentes que el partido venía muy complicado, Cristina lo miró a Massa y le dijo: “Sacate el buzo, empezá a calentar que en diez minutos entrás vos”.
Antes que nada, nobleza obliga, hay que reconocer que hace quince días, cuando los diputados del Frente de Todos publicaron un comunicado denunciando maniobras golpistas contra el gobierno de Alberto, tenían la posta.
Se podrán decir muchas cosas sobre el kirchnerismo pero cuando tienen razón, tienen razón. Esta vez acertaron. Solo pifiaron en la acusación a los medios y a los nosequé concentrados de siempre porque, como todos pudimos ver, el golpe se lo terminaron dando ellos mismos comandados por Cristina y Máximo. De manera impecable y sin que despegue un solo helicóptero, le bajaron la térmica a Alberto y entronizaron en una fiesta inolvidable al nuevo mandatario: Sergio Massa de Galmarini.
Ampliemos este episodio para apreciar las parábolas de la vida política nacional. Empecemos por el final del cuentito: Massa, el nuevo capo del gobierno designado por Cristina, tiene como uno de sus principales referentes a un señor llamado José Luis Manzano. Los de 50 años para arriba lo junan, de 50 para abajo no lo conoce ni el loro. Recordemos.
El amigo Manzano (a este muchacho más vale tenerlo de amigo), era un joven diputado peronista que en los inicios de la democracia estaba alineado con Antonio Cafiero, o sea, con el ala renovadora y democrática de aquel rancio peronismo de los 80.
En 1988 el PJ organizó una histórica interna presidencial entre Cafiero y Menem y, por esas cosas de la vida, el riojano se quedó con todo. Ni corto ni perezoso, el joven cafierista Manzano hizo la clásica voltereta: “Le pertenezco Carlos, soy suyo desde la primera hora”. Posiblemente este detalle histórico haya sido inspirador en la carrera de Massa.
Menem vió en Manzano a un jugador diferente y lo nombró Ministro del Interior. Rápidamente el joven Manzano se transformó en uno de los funcionarios emblemáticos de aquella inolvidable etapa del peronismo llamada menemismo, también conocida como la Era Prekirchnerista ya que muchos de los nombres de entonces se repiten ahora: Néstor, Cristina, Alberto, Parrilli y siguen las firmas. Deben creer que no nos acordamos.
El paso de Manzano por el gobierno de Menem fue breve: asumió en agosto del 91 y terminó a finales del 92. Sin embargo, ese año y medio de gestión le alcanzó para quedar en la historia. Se hizo famoso por su capacidad de negociación, su facilidad ante las cámaras pero también por usar sacos con prominentes hombreras y por un rumor maravilloso nunca desmentido: haberse operado las nalgas para tener un tujes más rellenito. Cierto o no, el mito pasó a la inmortalidad.
Cansado de la exposición, en 1992 Manzano largó todo y se fue a vivir a California. A finales de los 90 volvió al país, ya no como político sino como magnate dueño de medios, petroleo, viñedos, electricidad, minería, litio y otros boliches. ¿Como pasó de una cosa a la otra? No se sabe. Seguramente concluyó que no tenía sentido perder el tiempo laburando por un sueldo de ministro pudiendo hacer cosas más divertidas, llevársela en pala y disfrutar de la vida, sobre todo teniendo culo nuevo.
Paremos un minuto acá y entremos a esta misma historia pero por otro camino. Vamos por ese oscuro callejón llamado Horacio Verbitsky.
Mucho años despues de entretenerse acribillando gente y muchos años antes de hacerse dar una Sputnik de canuto, Verbitsky escribió el libro más recordado de los 90: “Robo para la Corona”.
El texto describe la trama de corrupción que dominó la primera década ganada y, según cuenta el autor, al ser consultado Manzano por los delitos, este habría contestado: “yo robo, pero robo para la Corona». De ahí el título.
Volviendo al presente, Verbitsky fue uno de los ayudantes de campo que tuvo Cristina cuando decidió sacar a Alberto de la cancha. Viendo desde el banco de suplentes que el partido venía muy complicado, Cristina lo miró a Massa y le dijo: “Sacate el buzo, empezá a calentar que en diez minutos entrás vos”.
Esa misma semana, el simpático Vacunado Vip escribió sobre Alberto una frase premonitoria: “Ahora tendrá más tiempo para dedicarle al arreglo de sus nuevas canciones que en largas madrugadas está realizando con Gustavo Santaolalla, alojado en la quinta de Olivos” (textual).
Al día siguiente, la vocera Gabriela Cerruti desmintió oficialmente a Verbitsky diciendo que Santaolalla jamás se alojó en Olivos, que es un gran amigo de Alberto y que, hasta donde ella sabe, anda de gira por Europa.
Es obvio que el gran Santaolalla no vive en Olivos ni tiene necesidad de hacerlo. En todo caso, sería más verosímil pensar que Alberto le podría pedir a él dormir en su casa, aunque sea en el sofá, porque difícilmente Albistur y Tolosa Paz le vuelvan a prestar el derpa.
Asi fue que Verbitsky terminó colaborando con el golpe denunciado por los diputados del Frente de Todos. Finalmente, el círculo se cerró el miércoles cuando todos vimos por televisión que el invitado más notorio del fiestón organizado por el Clan Massa en la Rosada fue José Luis Manzano. A propósito, una pena que no aprovecharon semejante evento para que Moria y el Pato Galmarini se casaran. Hubiera sido perfecto.
Volviendo al punto y en otras palabras, el autor de “Robo para la Corona” que denunció la corrupción del gobierno peronista neoliberal de los 90 con la frase del ministro Manzano, terminó ayudando a coronar en el gobierno kirchnerista al ahijado político del mismo Manzano. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.
Con los hechos ya consumados, solo cabe divertirse viendo al kirchnerismo haciendo malabares para explicar que el orden fiscal, el freno a la emisión y la reducción de los subsidios, con Macri eran la vuelta a la dictadura, con Guzmán eran funcionarios que no funcionaban y ahora con Massa es un canto para la liberación. Estamos a un minuto de ver a La Cámpora militando el aire acondicionado a 24 grados.
Más allá de estos detalles, veamos que futuro le espera a Massa. En principio hay tres opciones:
1. Lo imposible: Massa estudia el documental de Shimon Peres en Netflix, sigue su ejemplo y se corona campeón mundial.
2. Lo posible: Massa surfea en su nube de humo sin bajar demasiado la inflación, sin controlar del todo el dólar y sin recuperar reservas, pero evitando la explosión tan temida y llegando a fin de 2023 para entregarle el mando vaya uno a saber a quién.
3. Lo de siempre: Cristina se levanta de mal humor y asume Batakis.
Esta última opción podría evitarse aprovechando que ahora Cristina está distraída viendo como el fiscal Luciani le cuenta al mundo el business plan del Kirchner Báez Investment Group. No estaría mal que todo el país también se distrajera un rato con este asunto.
Descartada la opción de Cristina pateando el tablero, podemos aspirar a la segunda, es decir lo posible: evitar que las cosas se desmadren aún más y aspirar a un empate digno. Ni chicha ni limonada ni tragedia.
Dejemos para el final la opción imposible: si Massa viera el documental de Shimon Peres en Netflix aprendería como hace un verdadero estadista para resolver problemas. En este caso, los mismos dos grandes problemas que hoy tiene la Argentina: la inflación y la grieta. Peres bajó la inflación del 500% al 15% y logró acuerdos con aquellos a los que nuestros políticos definen como “esos con los que no se puede acordar nada”.
Shimon Peres hizo en Israel lo que Massa, si tuviera dos dedos de frente, debería hacer en la Argentina si pretende competir por la corona. Difícil que el chancho chifle.
Juró el miércoles y la primera medida que tomaron fue mandar a censurar el programa de Viviana Canosa por un informe que no les gustaba. Otra vez censura previa. Parece mentira que todavía haya gente grande que a esta altura de la vida sigue haciendo estas pelotudeces. Pedís un Shimon Peres y te traen un Idi Amin Dada.
Al final, acá las cosas siempre se resumen con la frase que el profe Almada le decía al Toto Paniagua: “El que nace para pito nunca llega a corneta”.