El tango “Cambalache” fue compuesto en 1934, por Enrique Santos Discépolo en plena década infame, y censurada por el gobierno militar en 1943, pero volvió a sonar recién en 1949. Pasaron siglos y nunca perdió vigencia a lo largo de los años.
Algo similar ocurrió con la “Marcha de la bronca” escrita en 1970 por Miguel Cantilo, en 1970, con letra tan certera que todavía se mantiene firme en las preferencias de la gente. Representó un canto contra la crisis económica, de aquel entonces, además del fraude corrupción y desesperanza.
Volviendo a Discépolo, la letra escrita por pedido en 1934, con palabras de lunfardo criollo y modernismo arrabalero, decía en sus comienzos “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también. Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé… Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos.
Además de dar unas cuestionables máximas, el tango mencionaba a una serie de personajes que bien podrían representar a la sociedad en general: “¡Pero qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón! Mezclaos con Stavisky van don Bosco y la Mignon, don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida. Y herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia contra un calefón”.
Crisis económica, fraude, corrupción, desesperanza… Y la pluma del eximio compositor pudo describir esa época como nadie.
“Siglo veinte, cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil. ¡Dale nomás, dale que va, que allá en el horno nos vamo a encontrar! ¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley”, culmina la letra que 90 años más tarde y ya en pleno siglo XXI sigue manteniendo su vigencia.
La historia se repite cuando Miguel Cantilo y Jorge Durietz lanzaron “Yo vivo en esta ciudad”, el primer disco de Pedro y Pablo, que contenía la canción “La marcha de la bronca”, una especie de canción de época cuya vigencia a lo largo del tiempo arroja por la borda todas las afirmaciones respecto a los pasados destinados a petrificarse cronológicamente.
Su autor, Cantilo, supo decir que se inspiró en “Los ejes de mi carreta”, la milonga con letra del uruguayo Romildo Risso, que musicalizó e inmortalizó Atahualpa Yupanqui. Por sus rasgos epocales, el tema también se emparenta con “Rainy Day Women #12 & 35”, la canción que abre el disco “Blonde on Blonde”, editado por Bob Dylan en 1966.
Con una especie de “Cambalache” de la segunda parte del siglo veinte, “La marcha de bronca” suele sorprender por su actualidad, y también por lo flexible de su interpretación, algo que suele ser transversal a las piezas de cancionero popular que se inmortalizan hasta perder su referencia originaria.
Nació sobre la debacle de la dictadura de Juan Carlos Onganía, a quien Cantilo tomó como referencia principal para sus primeras canciones “de protesta”.
La canción es una enumeración de situaciones que cuestionan el funcionamiento general de un sistema que se propone opresor, que cercena libertades, que cancela las diferencias a partir de prácticas violentas que, casi en una insólita parábola habla “moralistas que corren a los artistas”. La letra de Cantilo cuestiona al poder concentrado que marca barajas para recibir siempre la mejor y que domina a los bastonazos. “Entra a dar, y dar, y dar”.
La amplitud de la bronca hizo que la canción se convirtiera rápidamente en un himno que compartieron los jóvenes pacifistas y la juventud militante de los tempranos setenta.
La estructura de la canción y la repetición de la palabra ‘bronca’ enfatizan la intensidad del sentimiento de frustración y la necesidad de cambio. Cantilo no solo critica a los gobernantes corruptos, sino también a aquellos que pretenden moralidad mientras persiguen a los artistas y limitan la expresión cultural. La mención de la ‘marcha’ sugiere una acción colectiva, un llamado a la unidad en la lucha contra la opresión, simbolizada en la imagen de marchar con ‘los dos dedos en V’, un gesto de paz y victoria.
Más allá de que los discursos cambien, que las formas se propongan más novedosas y que las prácticas se presentan como obsoletas, la realidad actual no parece quitarle sentido a la enumeración de escenas que Cantilo y Durietzgrabaron a comienzo de los setenta y que, medio siglo más tarde, cobran una dimensión actualizada. Algo similar a lo que ocurrió con “Cambalache”.
¿Eso habla bien de la canción? Eso habla mal del país