Por Humberto Echechurre

“Las bombas tienen siempre un lenguaje común, no importa de dónde vengan. Son como un monólogo prepotente, un discurso inapelable que termina invariablemente en la palabra muerte.
Las bombas hablan el mismo lenguaje en Belfast y en el País Vasco, en un restaurante parisino y en una calle de Beirut; en un poblado peruano y en una aldea armenia. Cuando estallan, borran la geografía natural e instalan en su lugar una escenografía propia, un decorado angustioso de hierros retorcidos, escombros y sangre”.

Comienza la nota firmada por el periodista Mario Diament, bajo el título: “Todos somos judíos” publicado el 18 de marzo de 1992 en El Cronista Comercial, un día después del atentado terrorista a la embajada de Israel.

Hoy podría agregarse como postales del horror lo que sucede en Ucrania, que llega casi al instante gracias a la tecnología y que desnuda la crudeza y la barbarie que se cometen y que siempre afecta a los más débiles.

El Secretario General de la ONU Antonio Guterres y varias agencias humanitarias han mostrado su preocupación por la suerte de los civiles ucranianos tras los bombardeos y las incursiones que las tropas rusas están llevando a cabo en numerosas partes del país.

“La protección de los civiles debe ser la prioridad número uno”, señaló António Guterres, y añadió: “con el aumento de las muertes, estamos viendo imágenes de miedo, angustia y terror en cada rincón de Ucrania. La gente inocente siempre paga el precio más alto.  Por ello, las Naciones Unidas están intensificando sus operaciones humanitarias en Ucrania y sus alrededores”.

Guterres indicó que las Naciones Unidas ya están sobre el terreno y ya antes de las operaciones militares rusas en Ucrania, la Organización estaba proporcionando ayuda humanitaria que salva vidas a las personas necesitadas, independientemente de quiénes sean o dónde estén.

A continuación, anunció la asignación inmediata de 20 millones de dólares del Fondo Central de Respuesta a Emergencias para satisfacer las necesidades urgentes.

Imágenes de desolación y de evacuaciones masivas en distintas ciudades de Ucrania y el pedido de la ONU para que los países vecinos «mantengan sus fronteras abiertas« fueron las primeras consecuencias humanitarias De acuerdo al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), cerca de 100 mil personas huyeron de sus hogaresen Ucrania y miles buscaron refugio en el extranjero.

En las carreteras se formaron larguísimos atascos de gente que buscaba escapar ante el avance ruso. «La gente quiere irse al oeste, a ciudades donde no hay aeropuertos ni instalaciones militares», contaba Olga, una funcionaria, en declaraciones a la agencia Efe. 

En la calle, la gente corría con maletas mientras otros hacían colas en los cajeros o en las gasolineras. Abuelos desorientados por las calles escapando, sin saber adónde. Niños llorando abrazando desesperados a sus madres, un padre en un llanto conmovedor despidiendo a sus hijos, un pequeño diciendo: “no quiero morir” son imágenes del horror.

Con el paso de las horas, los blindados se adueñaron del paisaje, como aquel tanque ruso que pasó por encima a un auto que transitaba en sentido contrario; allí el mundo se dio cuenta que la guerra recién empezaba.