La ética significa estar a la altura de lo que nos sucede. Hoy la corrupción preocupa más a los argentinos, inclusive más que la seguridad. Dos últimas encuestas, a dos semanas de las elecciones, demuestran que en los últimos tiempos crece el escepticismo de la gente. Pero la sensación no es nueva, viene desde hace años. Lo preocupante es que está enquistada en las altas esferas del poder y de allí se desliza como en un tobogán gigante contaminando al resto. La corrupción es el abuso de poder para beneficio propio, mientras que la ética son los principios que guían el comportamiento correcto. La ética es un antídoto contra la corrupción, pues una fuerte ética personal y el liderazgo ético dentro de las instituciones pueden prevenir y reducir las prácticas corruptas, que van desde el soborno hasta la malversación de fondos.
En los últimos tiempos, el gobierno que llegó con la bandera de la honestidad está en el centro de las sospechas raíz de una serie de hechos que involucran a las principales figuras del poder cada vez más cercano a Javier Milei.
Pero como expresábamos al comienzo de la nota, desde hace años, los gobernantes, desconocen, hasta en los mínimos hechos el significado de la palabra ética.
Este caso sucedió en Salta el 13 de marzo de 2008 bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. En la oportunidad durante una visita de dos horas a la provincia, la mandataria recorrió cerca de un kilómetro, desde el aeropuerto de la capital salteña hasta el Centro de Convenciones donde se realizó la ceremonia. Al finalizar el acto, y en un descuido de la custodia, un hombre joven surgió de la multitud y le entregó un estuche que, según relató después a la prensa, contenía una esmeralda sin tallar. Entre sorprendida y curiosa, la presidenta Fernández de Kirchner aceptó sonriente el obsequio y premió a su admirador con un beso en la mejilla, entre el aplauso del público que presenciaba la escena.
El autor del singular gesto se identificó como Carlos Sampedro, dijo tener 33 años y contó –en aquel entonces– que tenía un avión con el que realizaba relevamientos aerofotográficos en tres dimensiones para distintas empresas. Ante la preguntas de la prensa, informó que la gema provenía de Kenia, y que era de máxima pureza. Calculó su costo en 5.000 dólares. Sonriente, y gozando sin reservas del momento de popularidad y de protagonismo que estaba protagonizando, Sampedro –que dijo vivir con su pareja y una hija de un año de ambos en San Lorenzo, localidad aledaña a Salta–, al ser interrogado sobre el motivo de su gesto, dijo simplemente: “Yo admiro a esa mujer”.
La noticia, que no tuvo especial repercusión en los medios de prensa nacionales, pero fue publicada con un importante despliegue fotográfico por el diario El Tribuno, no sólo reveló la admiración del empresario hacia la presidenta de los argentinos, según él mismo manifestó. Más allá de la espectacularidad y el carácter inédito del episodio.
A partir de esa atención habría que analizar detalles y aspectos que superan largamente los aspectos estrictamente protocolares y mediáticos para ingresar de lleno en el plano de los valores éticos. El hecho es que, en el instante mismo en que aceptó la piedra preciosa, la Presidenta argentina vulneró claramente la Ley 25.188 de Etica en el Ejercicio de la Función Pública, sancionada por el Congreso Nacional el 29 de septiembre de 1999. Esta norma, de novedosa concepción, establece taxativamente en su artículo 18 que “los funcionarios públicos no podrán recibir regalos, obsequios o donaciones, sean de cosas, servicios o bienes, con motivo o en ocasión del desempeño de sus funciones. En el caso de que los obsequios sean de cortesía, la autoridad de aplicación reglamentará su registración y en qué casos y cómo deberán ser incorporados al patrimonio del Estado para ser destinados a fines de salud, educación y acción social o al patrimonio histórico cultural si correspondiere”.
A modo de balance cabe consignar que la Oficina Anticorrupción (AO) dependiente del Ministerio de Justicia de la Nación, ante la consulta, en su momento, de un ciudadano sobre la legalidad del obsequio, se declaró incompetente porque, aunque pueda parecer insólito, no se llevan registros en ninguna parte de los regalos u obsequios de cualquier tipo que se realizan a los presidentes. Tampoco hubo ninguna denuncia penal o administrativa en los ámbitos público o privado en la Argentina. Cristina de Kirchner no realizó declaración o manifestación pública alguna sobre el obsequio. Ningún periodista insistió sobre el tema y lo más importante es que ningún legislador, hoy con la vara de la honestidad demasiado alta intentó tratar el tema en las respectivas cámaras legislativas.
En aquellos tiempos algunos de los Diputados eran: Dante y Graciela Camaño, Diana Conti, José María Díaz Bancalari, Eduardo Fellner, Carlos Kunkel, Marcos del Pont, Héctor Recalde, Agustín Rossi, Felipe Solá, peronistas de pura cepa y en el Senado estaban Carlos Saúl Menem, Adolfo Rodríguez Saa, Miguel Angel Pichetto, Daniel Filmus, César Gioja y el histórico José Mayans, que hoy no deja pasar una, destacando que fue elegido para el Senado en 2001 y ha sido reelegido cuatro veces: en 2005 , 2011 , 2017 y 2023.
Aquel día, el misterioso empresario comentó que su primera intención era regalarle a Cristina un ramo de flores, aunque luego se decidió por una joya: “A las mujeres lo que verdaderamente les fascina son las piedras preciosas», argumentó.
Más allá de la anécdota, algunos líderes creen que la culpa siempre es de otro, que la ley es un estorbo y que la ética es un tema de marketing.