El Vasco hizo el último vuelo rasante por el cielo tartagalense. Eran cerca de las siete de la tarde y el clima no ayudaba, otra vez una fuerte lluvia empezó a caer sobre Tartagal. ¿Cuántos viajes iban el día? No tuvo tiempo de pensar porque la radio, su fiel acompañante en los últimos días, comenzó con su particular sonido: “Vasco responda… llamando a Vasco…”

Y así todos los días. Hizo un giro y sintió que el gigantesco Bell 412 empezó a cambiar de dirección.

El Vasco Sagrista era un personaje muy conocido en la zona. Verborrágico, extrovertido y simpático era capaz de atravesar las bajas nubes con su corcel de acero, siempre listo. Como aquella vez en Las Malvinas, cuando una y otra vez desafió la tecnología inglesa para vencer sus defensas y acudir al rescate de un camarada que lo necesitaba.

Por un momento, el Vasco pensó que estaba en las Islas Malvinas, los recuerdos se agruparon en ese instante, aunque la escenografía norteña lo llamó a la realidad. El clima tórrido de aquel verano de 2006 contrastaba fuertemente con el frío del Atlántico Sur y las imágenes se acumulaban en la página de ruta del avezado piloto.

La naturaleza no daba tregua, en apenas tres meses, volcó sobre la arcillosa tierra norteña una cantidad de milímetros de agua que superó holgadamente los números de las últimas décadas de esos años. El fenómeno de la Niña golpeaba una y otra vez.

El Vasco comandaba una tropa de valientes que desafiando el mal tiempo aturdían el cielo de Tartagal con sus vuelos solidarios, implementando por el gobierno de Juan Carlos Romero, acercando un niño a sus padres o trasladando a un enfermo y llevando provisiones.

El Vasco en Malvinas conducía un Bell Uh-1H y cada noche de su vida, lo acompañaba el recuerdo de esos días. Se retiró con el grado de capitán, pero su espiritu inquieto luego echo raíces en Salta.

Una vez me confesó: “Podría reconstruir Malvinas, pero de lo que no me olvidaré jamás es que, cuando terminó la guerra, transporte 56 compañeros muertos en combate. Es la sensación más amarga como experiencia en rescate”. 

Poco importó que la mayor parte del tiempo lo hizo volando en condiciones adversas, en un escenario de aguas turbulentas y cerros sombríos. Y que significa un vuelo más en la vida del Vasco. Si, como recompensa, recibe las gracias de un niño moreno, de ojos color tierra.

Y el Vasco va… después llegará el momento de la anécdota, siempre enfundado en su mameluco de diario combate, rodeado de sus compañeros que le piden una y otra vez historias de Malvinas, o de la vida. 

Llegó el turno de la evacuación sanitaria de una mujer embarazada con perdida, casi en el límite entre Paraguay y Bolivia. Así como Maradona hacia una gambeta en una baldosa, el Vasco era capaz de posar, con manos de lana, su pájaro de paletas de acero, en el lugar menos imaginable.

Desde Paraje Corralito a Angosto de Paraní, pasando por la Puntana y la Horqueta, aunque siempre el destino era Tartagal. Casi 200 vuelos sanitarios, con un total de 190 pacientes trasladados desde distintos parajes de los departamentos de San Martín y Rivadavia, en uno de los mayores puentes aéreos realizados en la historia de la provincia.

Una vez le pregunté: Ayer Malvinas hoy Tartagal ¿Existe comparación?

“Era distinto, pero cuando miró la carita de un niño que acaba de encontrarse con su familia, después de pasar de un paraje a otro, la alegría no se paga con nada. Uno es hombre y se puede aguantar, pero cuando sufre un niño la cosa se complica. La pucha…hay que vivirlo. En estos días volé bastante en condiciones climáticas adversas. Creo que realizamos más de 20 vuelos diarios hacia las zonas inundadas, en total transportamos cerca de 50.000 kg de cargas. ¿El helicóptero? Una barbaridad. “Una joyita única en el país”.

En uno de los viajes y mientras el helicóptero empezaba a levantar vuelo lentamente, en la cabina se sintió una voz que decía: “Arriba…arriba…arriba” como queriendo ayudar a su corcel.

Otra vez mientras realizaba el rescate de un niño, dicen que sus ojos acostumbrados al frío glaciar de las Islas Malvinas miraron para otro lado, ocultando una lágrima que se escapó traicioneramente”

Hace poco pregunté por el Vasco, me comentaron: “Sigue volando, con una brújula imaginaria, alimentada por la ilusión”, aunque ahora su vuelo tiene otra dimensión.  Ocurrió el 16 de diciembre y yo lo recuerdo con mucho afecto.

Por Armando.