Por Humberto Echechurre
Con la Ruta de la Seda que lanzó en 2013, el gigante asiático busca traer a la actualidad la legendaria ruta comercial por la que fluyó el comercio entre China y Europa a través de Asia Central. Esto ocurrió durante las dinastías Han (206 a. C. hasta el 220 d. C) y Tang (618 hasta 907), los tiempos más gloriosos de la China imperial.
Luego de la reunión bilateral entre Alberto Fernández y el mandatario Xi Jinping, quedó concretado el ingreso de Argentina a la Ruta de la Seda de China, lo que significaría una inversión millonaria de 23.700 millones de dólares. Una cifra nada despreciable para el alicaído tesoro de la nación, aunque también puede significar un profundo dolor de cabeza por cuanto los Estados Unidos, al menos oficialmente no fijaron una posición sobre el tema, por cuanto China reafirma su vocación de restaurar su tradicional lugar como superpotencia.
Argentina recibirá 9.700 millones de dólares adicionales de inversiones que se suman a los 14.000 millones de dólares de proyectos existentes para renovar la red ferroviaria o centrales hidroeléctricas, por ejemplo.
Hasta el momento un total de 139 países están adheridos: 30 europeos, 37 asiáticos, 54 africanos y 13 de América Latina. El primer país latinoamericano en unirse fue Panamá: Después se sumaron Antigua y Barbuda, Barbados, Bolivia, Chile, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Granada, Guyana, Jamaica, Perú, República Dominicana, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela.
Argentina es la primera gran economía del subcontinente en sumarse al mega plan de inversiones chino de las Nuevas Rutas de la Seda. Un proyecto expansionista y con el cual Pekín logra su abastecimiento en materias primas y conquista mercados para sus empresas. Expertos advierten de los riesgos de dependencia económica.
Uno de los puntos más ambiciosos del proyecto es la creación de una vía terrestre que una China con Pakistán, Afganistán, Turquía, Rusia, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Europa mediante los Balcanes. Este trayectos sería hasta llegar a París, algo para lo que China usó las instalaciones ferroviarias existentes, a la que vez que invirtió en la construcción de nuevas.
Otro de estos puntos será tener el control de una ruta marítima para llegar a América Latina, África y Medio Oriente. Esto implica la instalación de bases militares y puertos comerciales en los océanos Índico y Pacífico y que ha hecho revivir antiguas rivalidades entre algunos países asiáticos.
Además, China pretende moldear sus vínculos con el mundo, por cuanto incluye el 75% de las reservas energéticas conocidas en el mundo, el 70% de la población mundial y generaría el 55% del PBI mundial. Según la agencia Télam el proyecto también es conocido como el Plan Marshall del siglo XXI. Oficialmente llamadas “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, BRI por sus siglas en inglés.
Una «excelente noticia», así celebró el presidente argentino Alberto Fernández la firma del acuerdo, pero Jorge Malena, director de la carrera de posgrado sobre China de la Universidad Católica Argentina (UCA), explicó porque el acuerdo puede ser beneficioso para el país: El desarrollo de la infraestructura es un punto central en la promoción tanto de la producción como de las exportaciones argentinas. En la actual coyuntura del país es relevante, si consideramos el acuerdo alcanzado con el FMI. Casualmente la Argentina necesita captar divisas y básicamente van a provenir de las exportaciones. En consecuencia, todo aquello que contribuya con incrementar la producción y las ventas al exterior, es muy importante.
Y más cuando el Banco Central no sabe qué hacer para conseguir dólares y aumentar las alicaídas reservas.